lunes, 4 de agosto de 2008

A los malos también los anuncian, pero sin costo alguno

Por: Lic. Adame Tiche
Hace unos días leí algo que, dadas las circunstancias actuales por la que está atravesando nuestro país, me llamó la atención por el tema que trata.

Empieza, la que esto escribe Fulana de tal explicando que en las dos últimas semanas ha recibido mucha correspondencia de personas buenas, que le piden que advierta a todos sus contactos acerca del terrible peligro que acecha a nuestras familias, por una película equis que saldrá pronto en el cine.
Es vergonzoso. Hay tantas cosas tan buenas que están sucediendo en en un sector de la sociedad: proyectos, eventos, sucesos, reuniones, testimonios, conferencias, congresos, cursos, misiones, peregrinaciones, libros interesantísimos, películas sanas y divertidas, documentales extraordinarios, apostolados grandiosos y una encíclica que conoceremos el día de hoy y que promete estar deliciosa a la lectura, que me duele muchísimo ver que los católicos los estén ignorando y pasando por alto... sólo por dedicar su tiempo a reenviar a todos sus directorios la advertencia de la película ésta.
Además, estoy convencida de que la “advertencia” que se ha extendido por Internet, gracias a los reenvíos sin fin que han hecho los católicos ofendidos, la ha redactado y lanzado la propia productora, sabiendo que no necesita más que un cierto sabor a boicot y una buena polémica, para asegurarse un éxito en taquilla.
La “advertencia” que corre por la red está bien construida. Fíjense en la redacción: “es una súper producción”; “un elenco de primera”; "los libros son una blasfemia, el autor es el mismísimo demonio, pero la película ha prescindido de cualquier asunto conflictivo"; "camuflado su pernicioso mensaje con efectos espectaculares"; "la película no transmite nada malo, pero lo hacen a propósito para que los papás que la vean quieran comprar a sus hijos los libros del autor"; etc.
¿Qué pasa? Si la película no habla de los libros… ¿para que los anunciamos nosotros? ¿para qué decimos que es una súper producción con actores buenísimos y unos efectos espectaculares? ¿para qué hablamos de la fecha de estreno? Ya sólo falta que demos los horarios y vendamos los boletos. A veces llego a pensar si no les estarán ofreciendo una jugosa comisión por reenviar esos mensajes.
En lugar de reenviar lo bueno, nos gusta reenviar lo malo, lo escandaloso, lo que nos hace daño. Es increíble, de verdad, cómo recibo mensajes de los católicos, escritores y no escritores, haciendo publicidad a nuestros enemigos: que si alguien hace una obra de teatro herética… lo anunciamos, escandalizados, a los cuatro vientos; que si alguien pone una muestra de arte que ofende a Nuestro Señor, lo decimos, rasgándonos las vestiduras, al mundo entero; que si alguien escribe una novelita con mentiras garrafales acerca de la Iglesia, lo hacemos famoso en un dos por tres; que si ahora se les ha ocurrido hacer una película basada en textos de un ateo, hay que avisar a todos.
Me cuesta trabajo entender por qué existe esa marcada tendencia a reenviar mensajes que hacen promoción de las películas que no queremos que nadie vea, de los libros que no queremos que nadie lea, de las muestras de arte que no queremos que nadie visite, de las píldoras que no queremos que nadie tome, de las leyes que no queremos que nadie aplique.
Lo mejor es no hacer publicidad a estas cosas. Mientras menos personas se enteren de su existencia, menos gente irá a verlas. ¿A quién de ustedes no le gustaría ver a su empresa o su producto presente en todos los buzones de todos los católicos del mundo? Hacer una campaña publicitaria por Internet cuesta muchos millones de dólares. Y... con estos mensajes, en los que nosotros le hacemos publicidad, le ahorramos el gasto al enemigo.
¿Por qué no mejor anunciamos todo lo bueno? Anunciemos la nueva encíclica del Papa, SPE SALVI, recién estrenada, que habla de la Esperanza; anunciemos las buenas películas (hay muchas muy buenas por estrenarse este diciembre), los buenos libros (tenemos miles de ellos), las buenas obras de teatro, los buenos programas de televisión. Anunciemos los congresos que organizan los grupos de Iglesia, las conferencias de los sabios y los santos; los mensajes del Papa, que son una delicia para los ojos, para el cerebro y para el alma; anunciemos el Adviento, la conversión, la Navidad!
Algunos de ustedes (muchos) me reclamarán diciendo que si no avisamos de lo malo, las personas incautas lo verán sin sospechar que es algo malo.
Sí, tienen razón, ¿y qué?. El daño será mucho menor, pues ni cuenta se darán que es algo malo y se les olvidará a los tres días, además de que lo verán muchísimas menos personas que las que lo verán si lo anunciamos cada uno de nosotros, a todos nuestros contactos.
Por eso la Línea editorial de Catholic.net es de anuncio y no de denuncia, pero… si ustedes son de los que les levantan ámpulas los ataques a la Iglesia, a la fe y a la moral, tal como me las levantan a mí... lo que me ha funcionado, cuando han intentado presentar obras o espectáculos obscenos cerca de mi casa, es exigir a las autoridades, de manera particular, como simple ciudadana y madre de familia (y sin hacer escándalo), la clausura del cine o centro en el que exhiben la película y el encarcelamiento de los dueños del mismo, pues el código penal de México es claro:
CÓDIGO PENAL Título octavo: Delitos contra la moral pública y las buenas costumbres Capítulo I: Ultrajes a la moral pública 200. Se aplicará prisión de seis meses a cinco años o sanción de trescientos a quinientos días de multa, o ambas, a juicio del juez: i. Al que fabrique, reproduzca o publique libros, escritos, imágenes u objetos obscenos, y al que los exponga, distribuya o haga circular; ii. Al que publique por cualquier medio, ejecute o haga ejecutar por otro, exhibiciones obscenas y iii. Al que de modo escandaloso invite a otro al comercio carnal En caso de reincidencia, además de las sanciones previstas en este artículo, se ordenará la disolución de la sociedad o empresa.
He usado muchas veces este artículo para que cierren antros, sex shops, puestos de revistas, cines, bares, etc. (sin hacer nada de ruido) y me ha funcionado siempre. Una sencilla carta a las autoridades (firmada sólo por mí, como mamá de nueve), una carta a las asociaciones de colonos circunvecinas (también firmada sólo por mí), la compañía de mis hijos pequeños con dos o tres elementos de la policía para ir a hablar con el dueño del lugar (con el código penal en mano) y… listo, no hay nada más qué hacer para que retiren el espectáculo o haga que la ley se aplique con todo su rigor.
En el caso de la peliculita que estrenarán por estos días, ni es obscena, ni presenta ninguna escena que viole la ley. Según dice la alerta, le han quitado todo lo que pudiera resultar pernicioso y no hace promoción de los libros, así que ni siquiera esta acción valdrá la pena.
En fin, si queremos que los papás sepan distinguir una película buena de una mala; si realmente nos interesa que nuestros niños no reciban mensajes ateos en sus pequeñas mentes, formémoslos en un recto discernimiento del bien y el mal, formemos las conciencias y dejemos de hacerle publicidad gratuita a “los malos del cuento”.

No hay comentarios: