Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel
En su show, el comediante Juan Verdaguer aseguraba: Yo no sé porqué se habla tan mal de las suegras. Yo llevo 34 años de casado, y nunca he tenido una discusión con ella…… ¡Es muda!
Chistes a costillas de las suegras, existen en varios volúmenes que ya pueden integrar una enciclopedia especializada.
Por mi parte puedo afirmar que me he sacado la lotería con una suegra maravillosa. Pero no me ha tocado la oportunidad de escuchar ningún chiste sobre los suegros. No hay tratados sobre el tema y eso, a estas alturas, pareciera un atentado contra los más elementales derechos humanos o cuando menos un serio acto de discriminación suegril masculina.
Para romper este paradigma, resulta prudente abordar el concepto desde varios puntos que dicta el sentido común.
Recomendación 1: Abra su comunicación.
Todos los suegros –reales, potenciales o en grado de tentativa- tienen fama de ogros malosos, pedantes, prepotentes y sangrones. Y cómo no reaccionar así, si un fulanito de pelos parados, pantalones agujerados ex profeso y una playera deslavada que se asemeja a los trapos de planchar, se introduce cuasi-furtivamente en la casa y le saluda a uno con una frase extraída de los clásicos: ¡qué ondón suegrín!.
Abra su comunicación. Se trata de conocer a la clase de “araña pantionera” que ronda a su princesita. Invítelo a pasar y salúdelo con afecto. La luz de la sala le permitirá descubrir la coloración de la córnea y estar alerta por si el sujeto se mete cualquier cosa.
Obsérvelo con esmerado cuidado. Verifique sin prejuicios. ¿Come con la boca cerrada?; ¿sabe tomar los cubiertos?; ¿usa la servilleta o se limpia las manos con la camiseta o con el mantel?
Escuche los silogismos y neologismos que emplea el susodicho galán. ¿Frasea al hablar o su amplitud de léxico se limita a un reiterado “chale carnal”…”qué pecs con el bato”.
Pregúntele sobre Herbert Von Carajan, Vivaldi o Verdi. Si pone cara de “what”, ¡cuidado! Si le contesta que Carajan era compañero de Franz Bekembauer, ¡más cuidado!.
Recomendación 2: Sea tolerante.
Un buen suegro es tolerante y comprensivo. Sabe que no todo tiempo pasado fue mejor. Haga ejercicios de tolerancia y disciplina interior: ver el canal del congreso, atender con esmero las disertaciones del entrenador nacional o hacer un análisis teleológico de las canciones de Paquita la del Barrio, pueden resultar un excelente entrenamiento.
Después, prepárese a escuchar cantar al anteproyecto de yerno, interpretando los temas de Metálica en algún dialecto medieval escocés, que combinado con suahilii, daría origen a la lengua de Shakespeare.
Desarrolle su capacidad de empatía. Probablemente, el pearcing que el fulanito trae en la lengua, en las orejas, en la nariz y en el ombligo, probablemente se deban a alguna manda; a algún ejercicio de ascesis budista para potenciar su capacidad –la del sujeto- de resistencia al dolor. (Al que provoca el ridículo, podría ser).
Recomendación 3: Desarrolle su capacidad extrasensorial.
Esto nada tiene que ver con los chacras, los mantras o con el sexo tántrico. Nada de eso.
Si usted como suegro, empieza a platicar con el prospecto que pretende los huesitos de su hija y ve que éste tiene la mirada perdida; que balbucea cosas ininteligibles; que de pronto pone los ojos en blanco e insistentemente se frota las pompas; y además de ello le dan convulsiones en el sillón favorito de usted, por favor, ¡no prejuzgue! Es muy probable que esté escuchando su “Ipot” que reproduce 15 mil canciones. Conserve la calma y asegúrese que en verdad sea el aparatito ése y no otra cosa.
Cuando el sujeto se despide y su princesa sale a acompañarlo a la salida y el ambiente se llena de un extraordinario silencio, el desarrollo de su percepción extrasensorial le indicará que es hora de regar el jardín, acomodar su auto en la cochera, buscar la monedita que se le cayó en la entrada o simplemente verificar lo hermoso que se ven las estrellas en una noche como esa.
Como podrá observar, ser suegro, también tiene sus bemoles. Finalmente, a usted le queda una esperanza: pedirle a Dios, hacer penitencia, aplicar silicio y ayunar 40 días y 40 noches, para que su hija ponga a prueba todas las cosas buenas y bellas que usted le enseñó alguna vez.
En su show, el comediante Juan Verdaguer aseguraba: Yo no sé porqué se habla tan mal de las suegras. Yo llevo 34 años de casado, y nunca he tenido una discusión con ella…… ¡Es muda!
Chistes a costillas de las suegras, existen en varios volúmenes que ya pueden integrar una enciclopedia especializada.
Por mi parte puedo afirmar que me he sacado la lotería con una suegra maravillosa. Pero no me ha tocado la oportunidad de escuchar ningún chiste sobre los suegros. No hay tratados sobre el tema y eso, a estas alturas, pareciera un atentado contra los más elementales derechos humanos o cuando menos un serio acto de discriminación suegril masculina.
Para romper este paradigma, resulta prudente abordar el concepto desde varios puntos que dicta el sentido común.
Recomendación 1: Abra su comunicación.
Todos los suegros –reales, potenciales o en grado de tentativa- tienen fama de ogros malosos, pedantes, prepotentes y sangrones. Y cómo no reaccionar así, si un fulanito de pelos parados, pantalones agujerados ex profeso y una playera deslavada que se asemeja a los trapos de planchar, se introduce cuasi-furtivamente en la casa y le saluda a uno con una frase extraída de los clásicos: ¡qué ondón suegrín!.
Abra su comunicación. Se trata de conocer a la clase de “araña pantionera” que ronda a su princesita. Invítelo a pasar y salúdelo con afecto. La luz de la sala le permitirá descubrir la coloración de la córnea y estar alerta por si el sujeto se mete cualquier cosa.
Obsérvelo con esmerado cuidado. Verifique sin prejuicios. ¿Come con la boca cerrada?; ¿sabe tomar los cubiertos?; ¿usa la servilleta o se limpia las manos con la camiseta o con el mantel?
Escuche los silogismos y neologismos que emplea el susodicho galán. ¿Frasea al hablar o su amplitud de léxico se limita a un reiterado “chale carnal”…”qué pecs con el bato”.
Pregúntele sobre Herbert Von Carajan, Vivaldi o Verdi. Si pone cara de “what”, ¡cuidado! Si le contesta que Carajan era compañero de Franz Bekembauer, ¡más cuidado!.
Recomendación 2: Sea tolerante.
Un buen suegro es tolerante y comprensivo. Sabe que no todo tiempo pasado fue mejor. Haga ejercicios de tolerancia y disciplina interior: ver el canal del congreso, atender con esmero las disertaciones del entrenador nacional o hacer un análisis teleológico de las canciones de Paquita la del Barrio, pueden resultar un excelente entrenamiento.
Después, prepárese a escuchar cantar al anteproyecto de yerno, interpretando los temas de Metálica en algún dialecto medieval escocés, que combinado con suahilii, daría origen a la lengua de Shakespeare.
Desarrolle su capacidad de empatía. Probablemente, el pearcing que el fulanito trae en la lengua, en las orejas, en la nariz y en el ombligo, probablemente se deban a alguna manda; a algún ejercicio de ascesis budista para potenciar su capacidad –la del sujeto- de resistencia al dolor. (Al que provoca el ridículo, podría ser).
Recomendación 3: Desarrolle su capacidad extrasensorial.
Esto nada tiene que ver con los chacras, los mantras o con el sexo tántrico. Nada de eso.
Si usted como suegro, empieza a platicar con el prospecto que pretende los huesitos de su hija y ve que éste tiene la mirada perdida; que balbucea cosas ininteligibles; que de pronto pone los ojos en blanco e insistentemente se frota las pompas; y además de ello le dan convulsiones en el sillón favorito de usted, por favor, ¡no prejuzgue! Es muy probable que esté escuchando su “Ipot” que reproduce 15 mil canciones. Conserve la calma y asegúrese que en verdad sea el aparatito ése y no otra cosa.
Cuando el sujeto se despide y su princesa sale a acompañarlo a la salida y el ambiente se llena de un extraordinario silencio, el desarrollo de su percepción extrasensorial le indicará que es hora de regar el jardín, acomodar su auto en la cochera, buscar la monedita que se le cayó en la entrada o simplemente verificar lo hermoso que se ven las estrellas en una noche como esa.
Como podrá observar, ser suegro, también tiene sus bemoles. Finalmente, a usted le queda una esperanza: pedirle a Dios, hacer penitencia, aplicar silicio y ayunar 40 días y 40 noches, para que su hija ponga a prueba todas las cosas buenas y bellas que usted le enseñó alguna vez.
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