lunes, 19 de octubre de 2009

Recordar es volver avivir

Por: Enrique Galván-Duque Tamborr

Fue el 23 de diciembre de 1950, lo temgo muy presente, Angélica, mi prietita, como yo le decía, el amor de mi juventud y de mi vida entera, cumplía 19 años. Esa noche la palomilla de la calle de Arkansas, en la colonia Nápoles, habíamos organizado una fiestecita, como regularmente lo hacíamos, en la casa de Chelo y Roberto Díaz, obviamente integrantes de la susodicha palomilla. En dicha casa había una terracita, por demás agradable, que se accesaba por el hall, que era en donde estaba ubicado el tocadiscos y era el espacio donde bailabamos. Cuando había buen tiempo, solíamos bailar en dicha terraza, y aunque en diciembre no era por cierto época de buen tiempo en cuanto a clima, a veces lo hacíamos. Aquella noche fue una de esas.

Empezamos la reunión con el tradicional apagón de velitas que adornaban el pastel --que por cierto había hecho Chelito-- por parte de la festejada, y la entonación al únisono de todos los presentes del "apio verde" --como le decíamos a "Happy Birthday".




¡Qué tiempos aquellos! Después de saborear el rico pastel, acompañado de un rico chocolatirto bien caliente, escogíamos los discos que nos gustaban y a bailar se ha dicho.


Obviamente había algunas canciones que por alguna razón especial tenían nuetra preferencia, entre ellas recuerdo especialmente: "Linda", "Muñequita Linda" o "Te quiero, dijiste" y "Chiquita Banana". También había interpretes que gozaban de nuestra preferencia y gusto, como era el caso de Mel Tormé.








HASTA AQUÍ HOY, CONTINUARÉ OTRO DÍA.

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