COSAS QUE APRENDÍ EN MI VIDA
¡¡¡... PORQUE VIVIR ES APRENDER A VIVIR!!!
A los 5 años aprendí que a los pececillos dorados no les gusta la gelatina.
A los 6 años aprendí que no se puede esconder el brócoli en la taza de leche.
A los 8 años aprendí que mi padre podía decir muchas palabras que yo no podía decir.
A los 9 años aprendí que mi profesora siempre me llamaba cuando yo no sabía la respuesta.
A los 11 años aprendí que mis mejores amigos eran siempre los que me metían en líos.
A los 12 años aprendí que, si tenía problemas en el colegio, tenía, además, más problemas en mi casa.
A los 13 años aprendí que cuando mi cuarto estaba como yo quería, mi madre me mandaba ordenarlo.
A los 14 años aprendí que no debía uno descargar sus frustraciones en su hermano menor, porque nuestro padre tenía frustraciones mayores y más pesadas.
A los 25 años aprendí que nunca debía elogiar la comida de mi madre cuando estaba comiendo alguna cosa que había preparado mi mujer.
A los 29 años aprendí que se podía hacer en un instante, algo que puede dar dolor toda la vida.
A los 35 años aprendí que cuando mi mujer y yo teníamos, finalmente, una noche sin niños, pasábamos la mayor parte del tiempo hablando de ellos.
A los 37 años aprendí que los matrimonios que no tenían hijos sabían mejor que yo como debía educar a los hijos.
A los 40 años aprendí que es más fácil hacer amigos que librarse de ellos.
A los 42 años aprendí que a las mujeres les gusta que les regalen flores, especialmente sin ningún motivo.
A los 44 años aprendí que existen dos cosas esenciales para un matrimonio feliz: camas y cuentas bancarias separadas.
A los 45 años aprendí que el momento en precisaba realmente de vacaciones era, justamente, cuando acababa de volver de ellas.
A los 46 años aprendí que sabes que la esposa realmente lo ama a uno, cuando sobran dos pasteles y ella escoge el más chico.
A los 47 años aprendí que nunca se conoce bien a los amigos, a no ser que se compartan muchas fiestas con ellos.
A los 48 años aprendí que casarse po dinero es la forma más difícil de conseguirlo.
A los 49 años aprendí que puedes alegrarle la vida a alguien, simplemente mandándole un pequeño mensaje de afecto.
A los 50 años aprendí que la calidad del servicio de un hotel es directamente proporcional a la espesura de sus toallas.
A los 51 años aprendí que los niños y yo somos aliados naturales.
A los 52 años aprendí que cuando tenía atrasado el trabajo, mi suegro de seguro llegaba a casa.
A los 54 años aprendí que el objeto más importante de un escritorio es el corrector.
A los 57 años aprendí que es legal encubrir un suceso, pero no debe dársele mucho crédito.
A los 63 años aprendí que no puedo cambiar lo que pasó, pero puedo dejarlo pasar.
A los 64 años aprendí que la mayoría de las cosas que me preocupan nunca suceden.
A los 66 años aprendí que todas las personas que dicen que “el dinero no lo es todo”, generalmente tienen mucho.
A los 67 años aprendí que si espera uno a jubilarse para comenzar a vivir, espera uno en vano.
A los 72 años aprendí que cuando las cosas van mal, yo no tengo que ir con ellas.
Desde el nacimiento hasta la muerte, segundo a segundo, siempre, constantemente se está aprendiendo algo nuevo. El aprendizaje, aunado a la práctica, es fundamento de la Experiencia.
A la experiencia siempre le gusta hacerse acompañar del tiempo. Por regla general, las experiencias son nobles y por ello deben ser conocidas. Los que han sufrido grandes penas siempre se alegran de ello, porque eso les ha permitido adquirir, además de experiencia, un concepto mas claro y mejor de las cosas humanas. La experiencia tiene un inmenso valor; ella nos permite vivir mucho mejor en todos sentidos; por ella podemos juzgar las cosas, abarcar el conjunto, considerar razones, atravesar complejidades, justipreciar el esfuerzo, comprender a los demás.... ¡y sobre todo! Ser mejores.
Para aprender a manejar automóvil no se necesita más de una hora; pero para manejarlo con verdadera propiedad y conocimiento, muchos años de experiencia constante.
La teoría es buena; pero la experiencia es mejor.
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