domingo, 9 de diciembre de 2007

El erudito Susuki

Por: Aquino A. Teva

¡Cuántos pasar por sabios han querido,
con citar a los muertos que lo han sido!
Querien Vangal

Hace como 45 años el embajador japonés solicitó una audiencia con el presidente López Mateos con el objeto de entregar un mensaje cifrado del Emperador Hiroito. Como era natural en esos menesteres el acto fue envuelto en una solemnidad pocas veces vista en nuestro querido México. Como era de esperarse cundió la curiosidad y no se hicieron esperar mucho las naturales especulaciones acerca del contenido del mensaje, sobretodo por el carácter reservado que se le dio y la solemnidad con que se anunció.

Durante la víspera de la audiencia se filtró la noticia de que el contenido del mensaje era una propuesta del pueblo japonés al pueblo mexicano, lo cual, como era natural aumentó considerablemente la especulación. Entre tantas y tan descabelladas versiones que corrieron, hubo una que demuestra el grado de sandeces que se dijeron: Que el príncipe Akihito y la princesa Michiko vendrían a gobernar a México en calidad de emperador y emperatriz y Japón aportaría a México todo su potencial industrial y financiero. ¡Claro que era una jalada!, a quien se le ocurrió tamaño disparate, nunca se supo.

Finalmente – todo plazo se cumple – llegó el ansiado día de la audiencia, la cual, como era obvio y más en esa época, se desarrolló a puerta cerrada, por lo que fue hasta que esta terminó cuando se supo con toda veracidad el contenido de la propuesta. Pues nada, no era otra cosa, ni más ni menos que el pueblo japonés proponía al pueblo mexicana que, dado que los gringos siempre nos tenían muy presionados, cambiáramos de territorio, o sea que ellos se mudaban a las tierras de Anáhuac y nosotros no mudábamos a las tierras del Sol Naciente. Ellos se traerían únicamente su capital y lo que trajeran puesto y nos dejarían todas sus industrias instaladas y listas para trabajar. El asunto estaba muy tentador porque aparte de la inmensa riqueza que significaba todo lo que nos dejaban, lo mas importante es que nos alejábamos de los malditos y odiosos gringos que tanta sangre nos han chupado. Seguramente Porfirio Díaz estaba brincando de gusto en su tumba, en recuerdo de aquella famosa frase dicha por él: “Pobre México, Tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”.

Estaba toda la plana mayor gobiernícola (los tres poderes de la Unión, gobernadores y congresos locales, etc., aunque en esa época sólo tronaba el chicharrón del presidente de la república) en gran conciliábulo, cuando -- ¡Claro! , no podía faltar – que mete las narices el embajador gringo y ¡Zas! que alborota la gallera, brinca el presidente gringo y se deja venir el Secretario de Estado, ni más ni menos. Y ¡Claro!, a los gringos lo que menos les importaba eran los mexicanos, por ellos que nos fuéramos a......... donde quisiéramos; lo que no querían y no estaban dispuestos a permitir es tener a los japoneses tan cerca porque sabían que a ellos no podrían jamás mangonearlos como a nosotros, con riesgo que podría ser al revés que los japoneses los mangonearan a ellos. Entonces se desgarraron las vestiduras en defensa de sus amadísimos amigos, casi hermanos, mexicanos, que no nos convenía, que nos estaban transando, que esto y aquello, bla, bla, bla, -- desde luego que todo en inglés. Total, los gringos se impusieron – para variar – y ahí murió todo intento de cambio, la ilusa ocurrencia japonesa.

El genio de Abel Quesada lo plasmó en uno de sus famosos cartones y conjeturó acerca de lo que hubiera pasado si se hubiera realizado el cambio propuesto por los japoneses. Apuntó: “En cinco años los mexicanos nos hubiéramos acabado todo lo que nos dejaban los japoneses con todo y las islas – el mar que las rodea no, porque ya era mucho. Los japoneses, en esos mismos cinco años, se hubieran comido a los gringos”.

Pasaron los años y lo que hicieron los japoneses es invadir con su tesón, paciencia y trabajo el mercado industrial de los Estados Unidos, así ahora se ven japoneses en todos los ámbitos – industrias, comercios, escuelas de todo nivel y hasta universidades -- del orgulloso país del norte. Sin mucho bombo los japoneses se están comiendo a los gringos.

Una de las cosas más notoria es la marcada superioridad que tienen los japoneses sobre los gringos en el nivel educativo. Se dio un caso, en una escuela primaria de la Gran Manzana – New York. Era el primer día de clase y la maestra presentó a Susuki, hijo de un empresario japonés, a los morros de sexto grado. La maestra inició diciéndoles a los alumnos: “Empecemos repasando un poco de historia americana – los gringos piensan que América son ellos nada más”.
-- A ver: ¿Quién dijo: “Denme la libertad o denme la muerte”?.
La clase se quedó callada, excepto por Susuki, que levantó la mano y dijo: --“Lo dijo Patrick Henry, en 1776”.
-- “¡Muy bien!, Ahora díganme ¿Quién dijo “El gobierno del pueblo, para el pueblo no debe desaparecer de la faz de la tierra?”. De nuevo, ninguna respuesta de la clase, salvo Susuki: -- “Abraham Lincoln, en 1863”.
La maestra asombrada, les dice: -- “Niños, debería darles vergüenza, Susuki, que es nuevo en nuestro país, sabe más de nuestra historia que ustedes”. La maestra alcanza a escuchar un susurro: -- “¡Chinguen a su madre los putos japoneses!”.
-- ¿Quién dijo eso?, preguntó la maestra. Nuevamente Susuki levanta la mano y dice: -- “General Mc Arthur, en 1942, y Lee Lacocca, en 1982.
La clase queda muda y uno de los chicos alcanza a decir: -- “Voy a vomitar”. La maestra trata de ver quien fue el irrespetuoso:
-- “Ya está bien, ¿Quién dijo eso?. Y Susuki dice: --“George Bush (padre) al Primer Ministro japonés, en 1991”. Uno de los alumnos, furioso, le grita desde el fondo: -- “¡Chúpame esta!”. Susuki, casi saltando en su silla, le dice a la maestra: -- “Bill Clinton a Mónica Lewinsky, en 1997”.
La clase entra en un estado de histeria. La maestra se desmaya........ Cunde el caos. Mientras los alumnos se arremolinan alrededor de la desvanecida maestra, uno de ellos exclama: -- “¡Que pinche desmadre es este, a mi no me echen la culpa..... ¡”. Y Susuki, alzando la mano, responde: -- “Vicente Fox, en diciembre 1 de 2006”.

Total, el japonés comió gringo tierno.


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