viernes, 21 de diciembre de 2007

Un mexicano en Madrid

Fuente: La de La Alameda
Por: Bruno Jodas


Andrés Manuel Pito-Pérez Cobrador y Leonel Sota Serrano eran un par de buenos compadres, originarios de Tepescueloyo El Chico, en la sierra de Puebla, planean viajar a España, con la intención de recorrerla de cabo a rabo para conocerla bien.

Se organizan, consiguen un préstamo económico para complementar sus recursos, tramitan su pasaporte, obtienen su visa, compran sus pasajes en avión, de ida, pues de regreso piensan hacerlo en barco ya que les han platicado que se la pasan macanudo.

Así las cosas y ya casi con el pie en el estribo, sácatelas que se enferma de gravedad la madre de Leonel, así es que se ve en la necesidad de suspender la partida. Obviamente que Andrés Manuel, en forma solidaria, piensa también suspender los planes para acompañar al amigo, pero Leonel de dice:

-- “Mire compadre, yo le agradezco mucho sus intenciones, pero no está bien pues no es justo que tu no cumplas lo que ha sido tu ilusión de mucho tiempo. Además creo que yo ya cancelo todo en forma definitiva.”

-- “Caramba compadre, estimo en mucho lo que me dice, pero no es correcto que yo viaje sabiendo tu pesar” Contesta Andrés Manuel.

Reacciona de inmediato Leonel: “Nada nada compadre, usted sigue con los planes trazados, váyase a cumplir sus ilusiones, total usted me rescribirá y así me haré ilusiones de que ando con usted. ¿Qué le parece?”

-- “Caray compadre”, contesta Andrés Manuel, “Usted si que es cuate, está bien, me iré al viaje planeado y le prometo que le escribiré cada tercer diario”

Así las cosas, Andrés Manuel emprende el viaje. Llega a Madrid y se instala en un hotel regular parche. Como era buena hora y el tiempo era agradable, se echa un baño, se emperifolla y sale a la calle. Camina para allá, camina para acá y camina para acullá, total que ya cansado se le ponen difíciles las cosas pues le agarran las ganas de hacer del dos. Busca un sanitario y nada, ya apurado, y sintiendo que lo alcanza, encuentra un rincón y en una bolsa de papel que se acuerda traía en la ídem del pantalón deposita su “preciada” descarga.

Ahora el problema era donde dejar la bolsa. Temeroso, pues le habían dicho que los gendarmes españoles eran muy estrictos con eso de la basura, y al contrario que en México, ahí se iba al bote, cuando menos cinco días, el que tirara un simple papelito, caminó y caminó hasta que encontró un depósito de basura. Respirando de satisfacción depositó la bolsa en el depósito. No bien había caminado unos cuantos pasos, cuando un baturro le grita, hey espéreme, Andrés Manuel se detiene extrañado, se acerca el baturro y le entrega la bolsa que acababa de depositar, diciéndole: “Oye maño que se te ha olvidao tu bolsita, mira que te va a faltar para la cena”. Andrés Manuel se queda pasmado y sin saber que decir y hacer ve alejarse al baturro.

A Andrés Manuel no le queda más que seguir caminando, y así finalmente, al cruzar un arbolado y enflorado parque, ve un grupo de maños que en bola escuchaban a un merolico que a grito partido promovía la venta de básculas.

-- “¡VEA USTED ESTA BASCULAS! ¡QUE NO LE ROBEN! ¡QUE NO LE DEN KILOS DE 700 GRAMOS! ¡NO SE DEJE ENGAÑAR! ¡COMPRE SU BÁSCULA!

Andrés Manuel pensó que aprovechando la bolita dejaría discretamente la bolsa conteniendo su preciada descarga. Así se metió a la bola, tratando de confundirse con la gente. En eso estaba cuando de repente sintió un jalón, era el merolico que con una voz que a todo volumen le dijo: ¡A VER, DEME ESA BOLSA, ESTOY SEGURO DE QUE LO ROBARON, SE LA VOY A PESAR! Y sin darle tiempo a reaccionar, el merolico le arrebató la bolsa y la colocó en la báscula que estaba demostrando. ¡YA VE, LO HAN PILLADO, ESTA BOLSA TIENE UNICAMENTE 800 GR., LE FALTAN 200! Andrés Manuel se quedó pasmado, sin poder chistar siquiera. “Bueno,… es que yo… bueno… no sé… es que...”

En ese preciso momento un gendarme hacía su rondín por ese lugar, al oír en grito del merolico, se acercó y tomó cartas en el asunto: --“oiga usted, ¿cómo está eso del robo? ¿A quien robaron? A ver, déme esa bolsa y acompáñenme a la comisaría.
-- “Oiga que yo sólo vendo básculas”, alegó el merolico.
-- “Yo sólo soy un turista que por aquí paseaba”, alegó Andrés Manuel.
-- “Nada, nada, se van los dos conmigo y sin chistar porque les hago más cargos”, gritó el gendarme.

Y así fueron a parar al tambo. Andrés Manuel, todo alicaído y obviamente molesto, sentado en una banca junto con otros presos, se acordó que había quedado de escribirle a su compadre Leonel a cada tercer diario. Pidió una hoja de papel y un bolígrafo para escribir, se quitó el saco y lo puso en el suelo, se sentó en él, frente a una banquita que le sirvió de mesita y procedió:

SR. LEONEL SOTA SERRANO
Tepescoeloyo El Chico,
Estado de Puebla
75690 México.

Muy estimado compadre:

Como quedamos formalmente, aquí estoy cumpliendo mi compromiso de escribirle cada tercer diario. Llegué satisfactoriamente a esta ciudad de Madrid. En verdad le digo que es una ciudad muy bonita. Tiene unas calles muy amplias y muy limpias y ordenadas. Hay muchos edificios de todos tamaños, grandes y chicos, pero muy bonitos, ser nota inmediatamente que aquí saben construir y hay muy buena mano de obra. Unos parques muy floreados, arbolados y muy limpios. Se nota luego luego que a la gente le gusta cuidar las cosas, además que es muy ordenada. En fin, todo es admirable, pero lo que si yo de plano no acabo de entender es que si aquí no caga uno el kilo lo meten al bote, es un verdadero compló del que ahorita soy víctima.
Su compadre que mucho lo estima.

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