lunes, 10 de diciembre de 2007

Servicio a la carta

Enrique Galván-Duque Tamborrel


¿Qué te gustaría comer? ---me preguntó mi amigo, desplegando una enorme minuta que parecía el Tratado de Paz de Westfalia.
---Lo dejo a tu elección ---le repuse---. Tú eres cliente antiguo de este restaurante, y como tal, puedes recomendar sus especialidades.
Visiblemente complacido, mi amigo recorrió el “menú” con mirada de águila.
---Muy bien. Entonces voy a sugerirte que pruebes los lugares comunes que han dado fama a esta casa desde hace más de medio siglo
--- ¿Los lugares comunes? ---pregunté un poco extrañado.
--- Si señor. También se les conoce como “frases hechas” o “platillos trillados”. Los extranjerizantes los llaman “clichés”. Además de servirles a diario en los grandes y pequeños rotativos, son de consumo frecuente entre las personas de imaginación endeble y vocabulario limitado. Bien puede decirse que en la actualidad constituyen el pan nuestro de cada día. ¿Ves? Sin quererlo, ya solté uno.
--- Bueno, pues empieza a sugerir platos de lugares comunes.
--- En el orden acostumbrado, como invariablemente se pone el pie de las fotografías de prensa ---ordenó mi amigo al mesero---, tráiganos usted unas bicocas como aperitivo.
--- ¿Qué son bicocas? ---volví a preguntar.
--- Entremeses, bocadillos de poca monta; que sólo sirven para abrir boca. Además, son baratísimas. ¿No has oído decir que tal o cual cosa vale una bicoca?
--- Sí, pero en realidad nunca las había visto.
--- Pues ahora vas a paladearlas. Después tomaremos una sopa de su propio chocolate. Aquí la hacen riquísima.
--- ¿Con las bicocas desean ustedes una copita de cargo Oficial? --- inquirió el mesero.
--- No porque se nos suben a la cabeza y después ya no hay quien nos aguante. Mejor tráiganos la sopa hirviendo, para que nosotros le bajemos los humos…
--- ¿Con sal y pimienta?
--- No. Con polvos de aquellos lodos.
--- Perfectamente ---anotó el empleado. ¿Qué más?
--- Después, ---continuó mi amigo---, queremos un huevo de Colón.
--- ¿De Colón?
--- Algo que cueste menos.
--- Muy bien
--- De plato fuerte ---se frotó las manos mi amigo--- vamos a ver:
Hay olla de grillos, chivo expiatorio, paloma de la paz, becerro de oro, lengua viperina, caballito de batalla, camarón que se duerme, tiburón de finanzas, golondrinas que no hacen verano, cerdo capitalista, león en salsa picante…
El mesero se inclinó y le dijo en tono confidencial a mi amigo:
--- Sólo que le advierto que no está tan fiero como lo pintan.
--- ¡Ah! En tal caso podríamos comer algo más ajustado a la realidad. ¿Qué es este “lugar inopinado”?
--- Es el sitio que menos se espera.
--- ¡Ah, claro! Donde salta la liebre. Sin embargo, le tengo un poco de desconfianza, pues a veces me han dado gato por ídem.
--- Cierto, señor. Pero recuerde usted que ha sido gato encerrado. Lo más sabroso de este guiso son los tres pies.
--- Sí, pero hay que buscárselos y nosotros tenemos un poco de prisa. Mejor tráiganos un plato de buey solo.
--- ¿Del que bien se lame? ---pregunté yo, para aportar mi granito de arena al condumio.
--- Exactamente ---sonrió mi amigo.
--- Muy bien. ¿Fruta?
--- Pídale unas peras al olmo.
--- ¿Y de beber?
--- Una botella de “In vino veritas”.
--- Perfectamente. ¿Pagarán los señores en efectivo o con tarjeta de crédito?
--- No Pepe. Para corresponder al “menú”, pagaremos con creces.
El mesero hizo una reverencia y se marchó con viento fresco.

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