domingo, 23 de diciembre de 2007

Cuentos Nahuas

Por: Antero Duks


En el libro ‘El Lenguaje de los reyes’ se encuentran varias historias que son tan bellas como las de los hermanos Grim.

Hipólito y Delfino entraron al Museo de Antropología e Historia. Las piezas de barro de las personas que vivieron en lo que hoy es México y Centroamérica los impresionaron.

“Mira esta pieza”, dijo Hipólito, “este es uno de los aros de piedra con que los nahuas jugaban básquetbol”.

“No seas payaso”, replicó Delfino, “en ese tiempo no había ni siquiera balones inflados”.

“Bueno, no había balones inflados, pero sí pelotas de un hule especial que ellos sacaban de un árbol… Y, aunque el básquetbol no era como lo conocemos ahora, los habitantes de Mesoamérica (México) practicaban un juego en que tenían que hacer pasar la pelota por el aro de piedra… Se llamaba ollamalitzli”.

“¿No es eso puro cuento?, dijo Delfino.

“No, pero si quiere cuentos nahuas, se los voy a contar”

El poeta

Cuando nació el poeta, su padre le dijo:

-- “Tienes una boca muy grande, tú serás un niño muy llorón”.

Su madre le contestó:

-- “No. Mi hijo va a tener días muy bonitos y tendrá una gran misión en este mundo”.

Al niño poeta le gustaban todas las cosas del mundo. Tenía mucha curiosidad por saber de dónde venía el poder de todas las cosas. Cuando había una tormenta, se quedaba a ver cómo los árboles se caían desprendidos por el viento debido a que no tenían raíces firmes. En la noche, se quedaba viendo cómo la Luna iluminaba a la madre Tierra porque el padre Sol estaba ausente.

Por las mañanas, el niño poeta se levantaba diciendo palabras que salían de su corazón: “Gracias, padre sol por alejar la oscuridad. Tú sabes que la oscuridad se va a esconder en las personas que tienen malas intenciones y pensamientos… Gracias por iluminar el camino de hoy para que no me tropiece”.

El poeta se pasaba los días nombrando y agradeciendo a la vida las cosas que le había dado.
Un día, su pelo se hizo gris, como las nubes. Legaron entonces dos colibríes a su casa.

“Nuestro padre, el Sol, nos ha mandado para que te preparemos para un viaje”, le dijeron. “Tu vida está a punto de terminar, pero no estés triste. Así son todas las cosas. Nosotros somos sólo pasajeros en la tierra”.

Luego los colibríes escucharon al poeta y le aplaudieron con sus alas. Querían llorar.

Ahora el poeta los consoló: “No estén tristes. Es cierto que somos pasajeros de esta vida, pero nuestras palabras florecen para siempre en las personas que vienen detrás de nosotros”.

Un momento después, tres colibríes iban volando hasta que se perdieron en la inmensidad del cielo.

(Cuento condensado del poeta nahua Delfino Hernández).


Historia de la mujer blanca

Era una muchacha blanca muy hermosa que todos querían. Dicen que era hija del gran Moctezuma, pero como era su hija única la quería demasiado.

Un día, un joven llamado Chimalpopoca quiso casarse con ella, con Mariquita. Esto hizo enojar mucho al padre, quien convirtió a su hija en una montaña llamada “Montaña de la mujer”, y al joven en otra montaña para que cuidara a su hija, el Popocatepetl”.

(Cuento condensado de Doña Luz Jiménez)


Fundación de Tenochtitlan

Los antiguos mexicanos, llamados teochichimeca, azteca, meixitin, chicomoztoc, buscaban un lugar para fundar la gran ciudad de Tenochtitlan. La encontraron:

“En medio del agua donde había un nopal,
donde el águila se levantaba,
donde el águila gritaba,
donde el águila estiraba sus alas,
donde el águila se alimentaba,
donde una serpiente era devorada,
donde los peces saltaban,
donde se unían las aguas azules y amarillas,
donde el águila saltaba”….

En su camino, los antiguos mexicanos habían dejado abandonada a la gente de Michoacán, quienes disfrutaban bañándose en el lago de Patzcuaro, el cual no se ha secado, como el de Tenochtitlan.

(Extraído de “Narrativa sagrada”, del libro In The Language Kings, de Miguel León Portilla y Eral Shorris, Editorial Norton).

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